El outsourcing no es una idea nueva. Se viene practicando de forma más o menos extendida como estrategia de negocios desde mediados del pasado siglo, cuando el desarrollo tecnológico comenzó a ser más rápido y las estructuras empresariales se quedaban rápidamente desfasadas requiriendo continuas actualizaciones, tanto de los activos como del personal, especialmente en aquellas áreas que no constituían la actividad principal de la empresa, pero que eran indispensables para su funcionamiento. Las grandes empresas fueron las pioneras en la implantación de outsourcing, comenzando a utilizarse el término desde los años 80 del pasado siglo.
Cuando las empresas deciden externalizar un servicio o proceso, lo hacen persiguiendo diferentes objetivos, buscando las ventajas que se derivan del outsourcing. Una de las primeras razones se encuentra en la reducción de costes. La mayoría de las empresas no están especializadas en todas las actividades que precisan realizar para su funcionamiento, sino sólo en su actividad principal. Eso significa que pueden ser ineficientes en otro tipo de actividades que deben llevar a cabo, para las cuales no tienen personal especializado y que requerirían recursos que la empresa podría dedicar a otras actividades.
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Externalizar actividades o procesos secundarios posibilita que la empresa se concentre en sus actividades principales, consiguiendo una mayor competitividad en su actividad principal y mayor eficiencia en los procesos objeto de outsourcing. Cuando una empresa decide contratar un servicio de outsourcing, es porque previamente se han considerado y evaluado una serie de aspectos. En primer lugar, se ha identificado y definido el servicio que se desea externalizar y lo que se desea obtener con el outsourcing.
En segundo lugar, se han determinado las fases que van a seguirse en el proceso, la duración del contrato y el seguimiento y control del servicio. Es fundamental evaluar el impacto estratégico y económico que tiene el outsourcing sobre la empresa. Para ello los objetivos deben estar claramente delimitados.
Sin embargo, la reducción de costes y la concentración en actividades críticas del negocio no son los únicos objetivos perseguidos. La externalización de determinados procesos permite a las empresas ser más flexibles ante los cambios de los mercados, permitiéndolas reaccionar antes y obtener ventajas competitivas. Esto se debe fundamentalmente a que pueden disponer de la tecnología más avanzada sin tener que realizar fuertes inversiones y de la información más actualizada y oportuna para tomar decisiones.
Sin embargo, algunas de estas ventajas pueden llegar a convertirse en inconvenientes, ya que en muchas ocasiones, la disminución de los costes no es la esperada, la calidad del servicio prestado puede resentirse frente al que anteriormente prestaba la propia empresa, como en el caso de la atención al cliente, la confidencialidad de la información interna puede verse vulnerada, ya que los empleados que la manejan no pertenecen a la empresa cliente, sino al proveedor, por lo que no sienten ninguna fidelidad por la empresa contratante. Por otro lado, puede conducir a transferir áreas del negocio a empresas situadas en países con costes laborales bajos, llevando a un proceso de deslocalización.
Para mayor información http://eco.mdp.edu.ar/cendocu/repositorio/00863.pdf